Los números no tienen rostro. Los números no miran. Carecen de escrúpulos. Ni sienten ni padecen. Se mueven porque los mueven. Desconocen el llanto y la lágrima. Permanecen impasibles ataviados de tantos por ciento (%). Pero el número es una lápida que esconde hambre, horror y muerte. Junto al verbo envenenado, el eufemismo, la corrección política y la hipocresía, los dígitos se asocian en peculiares gang members: la estadística, la encuesta, el sondeo, para dibujar paisajes que no existen pero deben existir para que las estrategias diseñadas por el capital sin alma encuentren adecuados paisajes poblados de rebaños en continua trashumancia. Esos rebaños construyen la riqueza. Pero no la disfrutan. Simplemente la ven de lejos fabricando sueños e ilusiones que jamás habrán de cumplirse.
De alejamientos y pasteleos
En esta sociedad nuestra se han producido dos alejamientos o disidencias patentes y evidentes: los políticos han bogado en megayates en dirección contraria a la sociedad civil y los ricos han escapado de los pobres como apestados, cosa habitual en los países subdesarrollados o en vía muerta de desarrollo, pero que no debiera ser normal en una democracia. Ese modus actuandi no llega con la crisis económica sino que nace ya desde la transición de una dictadura a un sistema homologable a Europa, sacando de la chistera una monarquía acomodaticia que no tiene inconveniente alguno en jurar por dos veces “los principios que impulsan el espíritu del Movimiento Nacional y la impronta del alzamiento armado del 18 de julio de 1936”. Llegados aquí, es preciso insistir en que, desde el punto de vista de la Ciencia Política, España es una monarquía parlamentaria pero no un sistema democrático sino un régimen de partidos caracterizado, al menos hasta ahora, por la corrupción a lo bestia. Me harto de leerme a mi mismo, pero no queda otra que insistir en que si no hay independencia de poderes, libertad política colectiva y el mandato imperativo es un producto de generación mafiosa donde la libre conciencia y el pensamiento visten esposas en las muñecas, no se puede hablar en absoluto de democracia. La disciplina de voto no es más que un instrumento represor que premia o castiga, de modo que algunos llegan a barones de tanto sacar la lengua para lamer y construyen su reino de taifas donde engordar las alforjas hasta que el infarto, el ictus, la demencia o una bala de rifle terminan con el tema por la vía rápida. Es decir, como si la muerte viajara en AVE aunque la línea fuera deficitaria.
Pasteleo y propaganda
Dado el alejamiento de la que ya puede considerarse nueva clase social en base a su renta – los políticos – de los ciudadanos, no existe otro medio para la toma de decisiones y la comunicación social que la que podríamos denominar dinámica apagafuegos. Esa estrategia no es más que la prolongación hasta nuestros días de aquella gran frase del nazi Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, conjugada claro en el tiempo, revisitada adecuadamente y aderezada de las más sofisticadas maneras ad hoc.
El gran triunfo de Hannibal Lecter
No sé si aquí llegarán esos banquetes, ya que el personal es instado constantemente a observar la dieta mediterránea y el poder político y económico, la mayoría de las veces disparando con la pólvora del rey que no sé si fue paloma por querer ser gavilán, opta por dejarse robar por genios subvencionados que insisten en que hacen arte del comer, logrando intensos orgasmos de las papilas gustativas con una aceituna, un erizo de mar y un bote de hidrógeno líquido al aroma de la trufa blanca encontrada por un caniche con carrera y dos master. Es una cocina frugal si miramos al plato, pero brutalmente sobredimensionada al sacar la tarjeta. Para pagar en efectivo es necesario acudir a la mesa, tras haberla reservado dos años antes, con mochila o, al menos, mariconera de generosas dimensiones. Y eso es de mal gusto. Pero la cosa va de psicotrópicos y colocones. Los españoles ya gastan en drogas – las familias – más que en alcohol y zapatos, las Fuerzas de Seguridad sólo interceptan un 10% del material que entra y, para más inri, ya se montan botellones alucinógenos hasta en Arguineguín. Somos el paraíso de los servicios. Pero de todo tipo. Un chollo all inclusive para la peor ralea del continente que se va quedando sin contenido.
Dicen que la brutalidad de los cárteles ha llegado a tal extremo que los masones y judeoconspiradores se han convertido en meapilas de bautismos de secano, puesto que la desertización nos acecha junto a toda clase de bichos que viajan de aquí para allá aprovechando las líneas low cost y los descuentos conseguidos por Quevedo. Esos tunantes microscópicos, aprovechando el calentamiento de la mar, se han empadronado en Canarias, a pesar de que los salarios son una basura y hasta una tomadura de pelo. Al grano, o al filete, que al parecer las ceremonias de iniciación para meterse en una banda de asesinos tienen ya más dificultades que el acceso a la Universidad. El narcocanibalismo ya está aquí y pica cantidad porque es de Tabasco. Tremendo. No obstante, como cada moneda tiene dos caras, a no ser que la observemos de canto, hay quien en USA defiende soluciones radicales para los yonquis. Que la palmen y punto.
Epílogo
“Soy católico y no puedo cometer suicidio, pero tengo la intención de beberme a mí mismo hasta morir” (Jack Kerouac). No queda otro remedio que caminar por el lado salvaje, aunque también cabe la opción de dedicar la vida a escuchar a estúpidos.